viernes, 13 de enero de 2012

Cuando Marcos era Rafael. Martín Solares

Este texto está en la Jornada pero es algo difícil de leer (http://www.jornada.unam.mx/1996/02/25/sem-marcos.html) y se me hace un texto muy interesante así aquí lo transcribo correctamente escrito:
La Jornada Semanal, 25 de Febrero de 1996
A un año del "destape" del 9 de febrero de 1995, que otorgó paradójicos significados a la máscara de Marcos (¿se convirtió en un ciudadano más?, ¿el desenmascaramiento lo humanizó y reforzó su liderazgo?), Martín Solares rastreó los orígenes familiares del Cara de Estambre. Solares nació en Tampico, en 1970, y de kinder a preparatoria estudió en las mismas instituciones que Rafael Guillén Vicente. Ajeno a todo sensacionalismo, el cronista se concreta a ofrecer detalles significantes para reconstruir la vida en su variada intensidad.



A Martí­n Solares Téllez y Úrsula Camba Ludlow

Antes de que el presidente Zedillo lo identificara en cadena nacional, don Alfonso Guillén ya sabí­a que el subcomandante Marcos era uno de sus hijos. En los primeros días de febrero de 1995, don Alfonso visitó a unos amigos cercanos y les dijo: "Mi hijo Rafael es el subcomandante Marcos", y se echó a llorar. Entonces le sugirieron tomar un calmante y lo mandaron a su casa. Cinco días más tarde, la afirmación de don Alfonso fue corroborada por los principales medios electrónicos de todo el país.


Rafael Sebastián Guillén Vicente (último a la derecha) con su madre y hermanos

Algunas semanas después de esta noticia, debí viajar a Tampico y pedí­ por anticipado a una amiga que solicitara una entrevista con el señor Guillén. El dí­a que llegué, cuando apenas estaba desempacando, mi amiga llamó por teléfono para decirme que don Alfonso se habí­a anticipado casi tres horas a nuestra cita y me esperaba en su casa. Me encontré con él, subimos a un Cavalier '95 deportivo, que al parecer compró tras la identificación de su hijo Rafael como Marcos, y arrancó a una velocidad casi suicida en dirección a la que fuera su oficina como director de la Asociación de Ejecutivos de Ventas hasta hace unos meses. Allí­, pasó frente a un par de secretarias y se posesionó del escritorio principal. A partir de esos momentos, y durante los dí­as posteriores, me pareció que la vida del padre de Rafael Guillén en los últimos meses tení­a mucho qué decir. Don Alfonso, un comerciante retirado de 71 años de edad, habí­a sido acosado a lo largo de semanas por reporteros de varios medios nacionales, impresos y electrónicos, que buscaban en él información sobre el subcomandante Marcos. Según me dijeron, hubo un periódico local que incluso trató de convencerlo para que viajara a Chiapas a entrevistar al jefe insurgente que podrí­a ser Rafael. Como Tartarí­n de Tarascón, el personaje de Alphonse Daudet, don Alfonso al principio se negó, después dio muestras de interés, y finalmente soltó un "Quién sabe" que fue convirtiéndose en un "Es un hecho". Y cuando la euforia de los medios terminó, don Alfonso ya se habi­a convertido en el papá de Marcos. Hizo una vida más dinámica y estaba fuera de su casa todo el día en busca de artí­culos que hablaran sobre él y sobre el que podría ser su hijo desaparecido.
El primer día de nuestro encuentro, vestí­a completamente de negro y encaminó la mayor parte de nuestra conversación hacia sí­ mismo. Después supe que su esposa le reclamaba estas actitudes con frases como: "No seas protagonista, te estás aprovechando de la fama de tu hijo", y trataba de hacerle entender que muchas de sus declaraciones creaban problemas a los demás vástagos en sus trabajos. Pero el testimonio del señor Guillén es maleable y evoluciona. Parco al principio, obsequioso después, sus primeras declaraciones a la prensa avanzaron de la tí­mida afirmación "hace tiempo que no veo a mi hijo" a la orgullosa declaración pública de que desde el primero de enero de 1994 sabí­a que su hijo era Marcos. Sin embargo, al tratar de esclarecer el punto, nunca demostró cómo es que conocí­a la identidad del subcomandante. Por otra parte, el señor Guillén asegura reconocer a Rafael en varias de las fotos que se han publicado: "En la portada del libro Yo Marcos es donde más se parece a los Guillén", dice mientras enseña la ilustración y señala a los ojos del zapatista. En un momento de la conversación, sacó algunas fotos de sus ocho hijos que guardaba en la cartera. Con sorpresa, identifiqué a uno de ellos, un joven barbón, de tez muy blanca y cabello negro, como uno de mis maestros de Historia en la secundaria. Como confirmé al entrevistar a otros de sus alumnos, Rafael Guillén sustituyó a su hermana Paloma cuando ella inició su campaña para diputada por el PRI, durante escasos meses de 1983. Entonces atendió a varios grupos de primero de secundaria que lo apodaban El Palomo.
Para acabar pronto: que la persona de Rafael en los recuerdos de su padre y de sus ex compañeros de preparatoria se aparece como la de alguien brillante y sensible, con rasgos muy idealistas. Baste mencionar que ofreció matrimonio a una amiga que estaba embarazada.




La memoria de Rafael


Rafael Sebastián Guillén Vicente fue el cuarto de ocho hermanos y nació el 19 de junio de 1957 en la Beneficencia Española, un hospital privado de Tampico. No fue el más brillante ni el más peleonero, travieso, violento, guapo o simpático, y ni siquiera el más rebelde de sus hermanos. Era de temperamento tranquilo, dado a la introspección y sensible; siempre se le veí­a con un libro bajo el brazo. Pasó su infancia en la casa de sus padres en la colonia Lauro Aguirre, primero, y finalmente en la casa de la calle Ébano (estaba escrito: Ébano) 205, Colonia Petrolera. Aprovechaba cualquier fiesta infantil para actuar como mago. Antes de enviarlo a preprimaria, su papá lo enseñó a declamar varias poesí­as. Padeció asma. Al parecer, siempre fue muy cercano a su abuela. Hizo la primaria en el Colegio Félix de Jesús Rougier, dirigido por Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad, de 1963 a 1969. La secundaria y la preparatoria la cursó con los jesuitas en el Instituto Cultural Tampico, de 1970 a 1976; en esta etapa se distinguió por la manera de preparar sus argumentos en las clases. En la prepa no sólo escribí­a la propaganda de las mueblerí­as de su padre ("Mueblerías Guillén, las del crédito humanitario"), sino que se trepaba en las pick-ups del negocio y ayudaba a repartir muebles y aparatos electrodomésticos casa por casa. Además de los viajes por buena parte de México, la Isla del Padre, Orlando, Nueva Orleans, Las Vegas y Canadá que realizó en familia, viajó a la Sierra Tarahumara en compañí­a de su hermano Simón Carlos, muerto recientemente. Junto a su servicio social en las colonias marginales de Tampico, quizá sea éste uno de los viajes que más influyeron en conformar una personalidad. Cuando se fue a vivir al DF para estudiar en la Facultad de Filosofí­a y Letras de la UNAM, le costó trabajo dejar su ciudad natal, pero una vez que lo hizo sólo regresaba en fechas especiales y sus desapariciones crecieron progresivamente. Desde 1992 nadie lo ha vuelto a ver en Tampico, pero la gran mayoría de sus ex compañeros se niega a aceptar que el amigo con una profunda preocupación por las injusticias sociales, capacidad histriónica, temperamento apacible, mente analítica, exposición ordenada, sencillo y en ocasiones cercano a la sensiblería, sea la persona detrás del pasamontañas y la pipa.
A partir de 1982, Rafael Guillén comenzó a desaparecer para su familia y sus amistades en Tampico por periodos de hasta cinco o seis años. En uno de ellos, su padre llegó a preguntar por él en la Embajada de Cuba, sospechando que podrí­a estar ahí­ debido a su admiración por la Revolución Cubana. Las pocas cartas que escribió las triangulaba, enviándolas primero a otra persona que a su vez las turnaba a los señores Guillén. Una de ellas comenzaba: "Querido padre/Quijote, a veces también Sancho [...], querida madre/Sancho, a veces también Quijote", y seguÃía por el estilo. "Aprovechaba cualquier situación para hacer literatura", dice su padre, "fue una época muy rara de él; a lo mejor no nos decí­a nada para no comprometernos." Decí­a estar en Francia y tener una hija, trabajar como traductor simultáneo en Bélgica y haber dado una cátedra en Nicaragua o refiriéndose sin duda a la que impartió junto a otros brigadistas cuando fue maestro de diseño gráfico en la UAM.
En marzo de 1992, la última vez que estuvo en Tampico, entre muchos comentarios disparatados admitió residir en Tuxtla Gutiérrez y poseer allí­ una miscelánea de nombre "Mi Abuela", en la que le iba muy bien a pesar de no saber nada de comercio. Cuando su padre le comentó que durante su última desaparición fue a preguntar por él en la Embajada de Cuba, Rafael se molestó y le dijo: "No me andes buscando porque me perjudicas, me tienen fichado en Gobernación", "Estoy de los comunistas hasta el cepillo" (para evitar que le presentaran a un lector de Marx), y "Dios no tiene nada que ver en esto", aludiendo a un problema familiar. En esos días, a iniciativa de su padre, impartió una conferencia sobre el Tratado de Libre Comercio a la Asociación de Ejecutivos de Ventas. Entonces afirmó que aún era posible que la patria se expresara "con un grito atronador exigiendo justicia", que México se merecía una oportunidad para recobrar su dignidad, y que ojalá los mexicanos pudieran levantarse una mañana "sin la necesidad de una máscara para vivir y amar".



El pasamontañas

¿Por qué usan los zapatistas pasamontañas y alias? "No le ayuden a Gobernación", pide Marcos a los reporteros que inquieren por su verdadero nombre. Dos hechos memorables en cuanto a la identidad del subcomandante fueron, primero, una declaración de Marcos durante los diálogos de febrero de 1994 (la cual originó la frase "Todos somos Marcos"): "Si quieren saber qué rostro hay detrás del pasamontañas, es muy sencillo: tomen un espejo y véanlo", con lo que ofreció a todos los mexicanos, retóricamente, la lucha por la libertad, la democracia y la justicia; segundo, que ofreciera quitarse la máscara en la Convención Nacional Democrática y la multitud se lo impidiera a gritos.
Otro luchador enmascarado, El Santos, el personaje de Jis y Trino, alguna vez pretendió quitarse la máscara frente a sus miles de fans. El resultado fue sumamente decepcionante, porque al deshacerse de la máscara el luchador se reveló como un tipo gordo, malencarado, sin rasurar, que tomaba cerveza en mangas de camisa tirado en un sillón frente a la tele. Es cierto que ni los autores pudieron aceptar esta perspectiva para su personaje, ya que en cuanto los fans se retiraron El Santos se llevó las manos a la cara y se deshizo de lo que resultó ser una máscara de televidente, para ocultar su verdadero rostro: la máscara de El Santos.



Así­ juega Marcos


-Estaba en Monterrey, en un congreso de urología, descansaba en la habitación del hotel con mi señora- dice el doctor Salvador Figueroa, -cuando veo en la televisión: "Identificado el subcomandante Marcos: Rafael Sebastián Guillén Vicente, de Tampico." Y hasta grité: "¡Oye, él jugó basquetbol conmigo!" Por alguna razón lo recuerdo perfectamente: era bastante bueno. Jugaba el a la derecha y tení­a muy buen tiro de tres puntos, pero se desplazaba lento porque era medio ceremonioso. No era violento, sino calmado. Le decí­amos "Guillo" o "Guillén". Tenía el número diecisiete. No era el más alto: medí­a entre 1.70 y 1.80.-
-¿Lo rodeaban pronto?-
-No.
-¿Perdí­a bolas?
-Pues cometía los errores de un novato: malos pasos, malas recepciones, fallas en las entradas a la canasta, pero es que yo no tení­a experiencia como entrenador. Eso sí­: él nunca faltaba a los entrenamientos. Era puntual, tenaz y trabajaba muy duro, todos los días, de nueve a once de la noche, en la preparatoria Tení­a características de líder en el equipo. Por medio de él me comunicaba con los demás jugadores en la cancha, a través de señas preconcebidas o de gritos. Él fue de la primera generación de basquetbolistas en el Instituto Cultural, que en 1974 era una escuela básicamente futbolera. Cuando yo llegué, a las tres o cuatro semanas nos fuimos a competir a los interjesuíticos, a Guadalajara, y nos metieron unas canastizas horrorosas, por lo que yo les dije que si querí­amos hacer bien las cosas, en el futuro había que prepararlas con más tiempo. [El entrevistador piensa momentáneamente en los diez años que el EZLN dedicó a preparar la rebelión en Chiapas... El entrevistador decide que la asociación es ridí­cula.] Él se tomó con mucha filosofí­a la derrota.
Y es que era muy dócil, nunca hubo un problema con él. Era medio solitario y filosófico en su hablar. Alguna vez lo oí platicando en las gradas antes de entrenar, hablando de las injusticias económicas, y aún no creo que este muchacho sea el que esté en esos lí­os. No sé si me da gusto o tristeza, pero le digo a los colegas que si mi subcomandante no ha perdido la condición fí­sica que yo le di, nunca lo van a agarrar.



Las palabras y las cosas


Hasta el momento, Marcos no ha aceptado ser Rafael Guillén Vicente, pero éste tampoco ha aparecido para desmentir la información. Y en sus dudas sobre la identidad de las figuras públicas, el imaginario popular mexicano insiste en que el Marcos actual, que usa paliacate al cuello, cachucha verde con tres estrellas y cartucheras con tiros para escopetas del doce, o balas expansivas para rifles de asalto AR-15 con 1,500 metros de alcance, no es el mismo que tomó San Cristóbal en 1994 y que lo han suplantado. Como sea, la historia y la personalidad de Marcos coinciden con la de Rafael Guillén en aproximadamente doce aspectos: Guillén inició su desaparición a mediados de los ochenta, justo cuando el EZLN afirma haber comenzado sus actividades en Chiapas. En ambos es notorio el gusto por la escritura y la poesí­a. Además son sensibles, apasionados, irónicos, irreverentes, de ideales arraigados y orientados a denunciar las injusticias sociales, inquisitivos, analí­ticos y brillantes. Nadie recuerda una pelea o un incidente violento de Rafael Guillén, y por su parte, Marcos parece evitar en lo posible los hechos violentos o que impliquen peligro, al grado de no dar entrevistas para no poner en riesgo la vida de los periodistas. También es significativo que ambos usen pipa (Alfonso Guillén regaló varias a su hijo), hablen con fluidez otros idiomas (Guillén fue traductor simultáneo, Marcos hablaba un inglés impecable ante los medios extranjeros), tengan ojos claros (cafés) y nariz pronunciada. Pero entre lo más relevante se encuentra el hecho de que, según sus compañeras de preparatoria, Rafael Guillén, al igual que Marcos en sus comunicados, hablaba a través de imágenes y metáforas. Según don Alfonso, cuando su hijo estuvo encargado de escribir la publicidad del negocio familiar (en su mayorí­a eslogans filosófico-poéticos), afirmó en más de una ocasión estar preocupado "por reencontrar el sentido que las palabras pierden en lo cotidiano".

Rafael Sebastián Guillén Vicente en tercero de primaria

En un momento en que el sistema polí­tico mexicano también se resquebrajaba luego de más de setenta años de retórica del partido oficial, el lenguaje de los comunicados zapatistas sorprendió por su contundencia. Muchos de ellos estuvieron dedicados a precisar las declaraciones del "mal" gobierno: que los indí­genas que componen mayoritariamente las fuerzas de EZLN no tienen la mentalidad de niños ingenuos ni pueden ser engañados; que el EZLN no es una "fuerza polí­tica en formación", sino que tiene diez años preparándose y exige ser reconocido como una fuerza beligerante; que nunca fueron financiados por potencias extranjeras, pues de ser así­, el movimiento zapatista ya ocuparí­a mejores posiciones, y finalmente, que entre ellos no habí­a "profesionales de la violencia", sino ¿cómo podría haber escrito la sensibilidad preparatoriana de Rafael Guillén' de la esperanza. Por lo menos, escribió el subcomandante Marcos, ojalá que el levantamiento armado sirva para que los habitantes de México pronuncien "Chiapas" y no "Chapas", "tzeltales" y no "setsales". Aunque el inflamado lenguaje y las imágenes del EZLN también contagiaron con resultados patéticos a más de un polí­tico o escritor de izquierda, hay quien afirma que gracias a las voces zapatistas es posible que se reduzca el espacio que en nuestro paí­s existeentre las palabras y las cosas. Carlos Fuentes ha escrito que después del alzamiento zapatista los mexicanos hemos tenido que reconsiderar nuestras nociones de modernidad y progreso, que han excluido a los más pobres. A su vez, el obispo Samuel Ruiz opina que con la aparición del EZLN "comienza una nueva forma de hablar en el paí­s. Las cosas se empiezan a llamar por su nombre y eso es el inicio de una nueva etapa". Si ésta fuera la única aportación de los zapatistas y del subcomandante Marcos, no serí­a menor: contribuir a depurar el lenguaje de los mexicanos, ayudar a que las palabras designen a las cosas.

Epí­logo: La comandante general

A doña Socorro Vicente de Guillén fue imposible entrevistarla en persona y, de manera involuntaria, me bloqueó el paso hacia las fotografÃías, cartas y otros documentos que me habí­a prometido el señor Guillén. Al principio, sus comentarios reflejaban el desacuerdo con su marido: "Hable con él. Él dice que el 99 por ciento de lo que es Rafael se lo debe a él", y se negaba cortésmente. En una ocasión se le quebró la voz y me dijo: "Como madre, estoy preocupada por su salud, su seguridad y su vida... Aunque fuera el más malo de todos, es mi hijo... A todos los educamos en la libertad y cada uno eligió su camino. Él lucha por los desposeídos, lo cual es noble. Las declaraciones de su papá, en cambio, le provocan problemas a los demás hijos. Lo desconozco. No escucha, rompe a la familia." La última vez que intenté comunicarme con ella, habí­a transcurrido un drama familiar, durante el cual don Alfonso Guillén se fue a vivir en un hotel por una semana, casi hizo naufragar el presupuesto familiar al ordenar un banquete para decenas de reporteros, y llamó a una conferencia de prensa a la que nadie asistió. Cuando yo estaba por irme de Tampico, abandonó sus ideas de viajar a Chiapas para reunirse con Marcos, regresó a vivir con su familia y estaba más calmado, quizá deprimido o bajo el efecto de un tranquilizante. Fue entonces que telefoneé por enésima vez a la señora Guillén para hablar sobre Rafael. Ella me contestó con más humor que de costumbre, algo animada, y no le interesó hablar de la personalidad del subcomandante, de las desapariciones de Rafael o de la posibilidad de que su esposo conociera la identidad de Marcos antes del destape. Simplemente me dijo que eso ya no le interesaba a nadie y colgó, no sin sugerir que olvidara escribir este reportaje, ensayo o lo que fuera.

1 comentario:

  1. Por cierto les dejo los links de las páginas de las escuelas donde estudió Marcos, suponiendo que en verdad sea Rafael Guillén, la primera es de su primaria y la segunda de su secundara y prepa:

    http://www.fjrtampico.edu.mx/

    http://www.ict.edu.mx/

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